La personificación de amor
- Teo Rodav
- 18 feb 2018
- 2 Min. de lectura
La cita pasada te dije que te contaría cómo supe que era amor, y es que estarás de acuerdo que la definición puede variar según experiencias, personas y emociones.
Admito que el amor, al menos para mí, no era igual al que todos describían; sí, me provocaba esa emoción que te acelera el corazón, que te hace sentir la emoción a mil por hora en el estómago, que acaba con tu parte racional y que te deja con los sentimientos a flor de piel, en cada beso, cada roce y cada palabra.
Si tuviera que decirte a qué huele el amor, definitivamente te diría que a tierra mojada, si tuviera que decidir un sabor para el amor, sería a Nutella, si tuviera que pintar el amor de un color sería azul, si tuviera que decirte a qué suena el amor, definitivamente tendría que decir que a esa melodía que jamás termina, que te eriza la piel, que te lleva de ritmos suaves a ritmos apresurados, que te hace sonreír, que te hace pensar en ese momento. Nada más existe, nadie más existe.
Tiempo atrás, le confesé mi amor a mi personificación del amor, y le conté que así lo había decidido porque admiraba lo que en conjunto representaba. Los diálogos de Platón me ayudaron a explicarle lo que me hacia sentir, lo que me hacia creer del amor, y si, simplemente sonrió. La personificación del amor es la que nos hace reír y estar en equilibrio; no busques colores en un lienzo en blanco que te corresponde llenar, no busques palabras en un libro vacío que debes escribir, no bailes a un ritmo que no te hace feliz. No te enamores si no estás dispuesto a vivir todo por primera vez. ¿Quieres saber a qué me refiero con "todo"?
Te prometo que la próxima vez que nos encontremos, te contaré de esa primera vez. ¡Es tiempo de volar!

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